Elecciones judiciales: Un escenario de suma cero

Posted on 14/12/2017

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El domingo 3 de diciembre recién pasado se han celebrado en Bolivia las muy sui-generis elecciones judiciales, o, más propiamente, la “Elección de Altas Autoridades del Órgano Judicial y del Tribunal Constitucional Plurinacional 2017”, como se llama oficialmente. Esta elección, muy poco común (que no única) en el mundo, tiene como hermenéutica la selección por el Órgano Legislativo de una lista de candidatos supuestamente (subrayo lo de “supuestamente”) en base a sus méritos profesionales, para su consideración por los ciudadanos en elecciones universales, libres y secretas. De la pertinencia o no de este método no vamos a hablar ahora, aunque da para una larga discusión, sino de los resultados de dicha elección, tratando de mantener un grado mínimo de objetividad que permita tener un análisis político realista, y no guiado por el “wishful thinking” de sus actores.

Ahora bien, este análisis es particularmente complejo, dado que (i) se trata de una elección en la que los candidatos no son, oficialmente al menos, representantes de partidos políticos, ni han tenido oportunidad de construir verdaderas plataformas electorales debido a la prohibición de hacer campaña, ni son habitualmente perfiles conocidos por la enorme mayoría de la gente; (ii) se trata en realidad de cuatro elecciones en un solo acto, con una papeleta de elección en circunscripción nacional dividida en dos espacios, uno para la elección de miembros del Tribunal Agroambiental (TA) y del Consejo de la Magistratura (CM), que además no tiene judicatura y es una institución administrativa, y una papeleta de elección en circunscripción departamental, también dividida en dos, con un espacio para la elección de magistrados del Tribunal Supremo de Justica (TSJ) y otro para el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP); y (iii) como se verá más adelante, la naturaleza de esta elección, al igual o con más fuerza que la primera realizada el 2011, se ha transformado en un plebiscito no oficial. Debido a esto, su análisis no puede realizarse con metodologías tradicionales, y se requiere hacer algunos ejercicios matemáticos para entender su significado y consecuencias, tratando sus resultados como una encuesta de altísima representatividad y cuya unidad de estudio es cada ciudadano que ha acudido a las urnas a votar ese día. Debido a que existen muy pocas diferencias entre los resultados de las cuatro elecciones, por ejemplo, nos hemos tomado la libertad de promediarlos en una única matriz. De nuevo, esto en un análisis estrictamente electoral no es recomendable, pero tratando las papeletas como boletas de encuesta de aplicación simultánea a los mismos actores sí permite considerar cada “pregunta” (es decir cada votación) como pregunta de verificación de las otras tres. Segundo, aunque hay una división entre circunscripción nacional y circunscripción departamental, tratando las papeletas como boletas de encuesta y las actas de las mesas como sistematización de esas boletas, es posible realizar la suma de resultados por la unidad territorial más pequeña que tenemos (el municipio) y agregarlos hasta tener resultados nacionales. Para mejor comprender el fenómeno, además de utilizar metodologías de análisis de encuesta para esta elección, también será necesario realizar una comparación con dos hitos electorales importantes y directamente relacionados con los resultados de esta elección: las elecciones judiciales del 2011 y el referéndum constitucional celebrado el 2016. Estos son, pues, los hallazgos de ese análisis.

1. Es evidente el fracaso rotundo del proceso de elección de magistrados. Los datos muestran un 18,9% de ausentismo, lo cual es alto en un país en el que sufragar es obligatorio; hay un 50,9% de voto nulo en promedio (51,3% en TA y CM, 50,2% en TSJ y 50,9% en TCP), pero sobre todo el voto nulo es en promedio 1,5 veces más grande que el voto válido, llegando hasta 157% de la suma de votos válidos para el CM. Lo que es más, en algunas circunscripciones departamentales llega a haber más del doble de votos nulos que votos válidos. Incluso en Pando, que es donde mejor le fue a la elección, el número de votos nulos es superior al de la suma de todos los votos válidos, con una diferencia de 16800 votos aproximadamente, en un departamento donde solamente 50 mil ciudadanos han votado.

2. Lo primero que salta a la vista repasando los votos válidos es que hay una muy grave irrepresentatividad de los magistrados electos: en el Consejo de la Magistratura, la candidata más votada (Dolka Vanessa Gómez Espada) representa apenas 3,6% del padrón electoral. Al otro extremo, el candidato electo que más representatividad tiene es un candidato del TSJ en Oruro (Marco Ernesto Jaimes Molina), con  13,3% del padrón de su departamento. Al igual que el 2011, la votación obtenida por los candidatos parece tener más que ver con amigos, familiares y alumnos, o en algunos casos con un tema de identidad étnico-cultural (Gregorio Aro Rasguido, candidato al TA, obtuvo una votación importante en áreas rurales del occidente del país, por ejemplo), antes que con alguna convicción de idoneidad o de apoyo a una propuesta electoral.

3. Queda claro que los resultados “formales” de esta elección son insignificantes. Como se dijo arriba, el proceso fracasó. Las autoridades electas tienen nula representatividad, y ni el gobierno, ni la Asamblea Legislativa, ni el Tribunal Supremo Electoral, ni los candidatos han logrado enamorar a nadie con este proceso. A nadie parece importarle, salvo quizás a los candidatos y sus familias inmediatas, quién ha “ganado” estas elecciones. Lo que realmente importa de las elecciones del 3 de diciembre es el plebiscito no oficial, la encuesta, la medición de la temperatura política. Si los encargados de la elección no lograron enamorar a los ciudadanos con el proceso, la oposición (o mejor dicho, las oposiciones y resistencias, en numerosos ámbitos, desde los partidos políticos de oposición con representación parlamentaria hasta colectivos ciudadanos independientes, pasando por autoridades locales y medios de comunicación “alternativos”) sí ha logrado exitosamente, al menos en las zonas urbanas, convertir esta elección en un proceso de desaprobación pública de las políticas del gobierno, y muy en particular los afanes prorroguistas en los que está sumido el partido de gobierno desde hace ya un par de años.

4. Hagamos algunas comparaciones iniciales con los procesos anteriores señalados en la explicación metodológica. Llama la atención el incremento del padrón electoral en 22,8% en 6 años, pero sobre todo de 3,4% desde febrero 2016. Podría explicarse por el no voto en el exterior, pero, ¿4,1% en promedio en los departamentos, 24,6% desde 2011? ¿Tantos jóvenes han cumplido 18 años entre fines de 2015 y mitad del 2017? Esto significa que el crecimiento vegetativo de la población en Bolivia los años 1998 y 1999 tendrían que asemejarse a este crecimiento del padrón. Sin embargo, en 1998 el crecimiento demográfico fue de 2,0%, y el año siguiente 1,9%. Y eso es sin contar la población que falleció antes de cumplir los 18 años en este periodo. Supongo que ahora Bolivia es un país receptor de grandes olas migratorias. En cualquier caso, simplemente diremos que aún es una tarea pendiente la auditoría al padrón electoral recomendada por la OEA ya hace algún tiempo.

5. Otro dato interesante del vistazo general es que el ausentismo en 2011 fue mayor 20,9%, versus 18,9% este año. De la misma manera, el voto blanco fue en 2011 de 18,5%, versus 14,6% en esta elección. Parece que la gente estuvo más determinada a expresarse esta vez. En este sentido, el plebiscito no oficial parece haber tenido bastante más efecto que en 2011, lo cual es una señal importante de desgaste del gobierno, o de lo inflado que está el padrón electoral, o ambos. Para reforzar la idea, veamos lo que sucedió el 2016: El ausentismo en el referéndum constitucional fue de 14,1%. Esta sería quizás una buena línea base: cerca de 14% de los electores inscritos no quiere o no puede participar en las elecciones de una manera más o menos constante. Este debería ser el margen por tanto de depuración del padrón electoral. No es poca cosa.

6. Adicionalmente, el 2016 la suma de votos blancos y nulos no llega a 5%. Esto es importante porque establece también una línea de base sobre los hábitos electorales. Lo normal en Bolivia es tener en cada elección de 5% a 8% de votos no válidos. Incluso duplicando la cifra a 10%, esto no es ni remotamente comparable al 50,9% de voto nulo de las elecciones del 3D.

7. Si miramos los resultados por departamento, el voto nulo saca mayoría absoluta sobre votos expresados en 3 departamentos, incluyendo sorprendentemente Chuquisaca (donde suele ser mucho más cercana la votación favorable y desfavorable al gobierno), y se acerca muchísimo a la mayoría absoluta en La Paz (donde el voto suele ser favorable al gobierno) y el Beni (donde el gobierno ha hecho enormes esfuerzos por subir su aprobación).

8. Sin embargo, y esto es clave, en ningún departamento los votos válidos superan a los nulos, ni siquiera en Cochabamba. Las brechas son importantes, y sólo hay dos excepciones, en ambas elecciones de circunscripción departamental en Pando. Las brechas (la relación voto nulo/voto válido) van de 115% en Pando (la más chica) a 202% en Santa Cruz. Incluso los bastiones del MAS, Cochabamba, Oruro y Pando han votado más por el nulo que la suma de votos por todos los candidatos.

Tabla 1. Resumen de votación en las elecciones judiciales 2017, promedio cuatro votaciones.
Tabla 1
Fuente: Elaboración propia en base a datos de OEP https://trep.oep.org.bo/#

9. En 2011, solamente en Chuquisaca, Tarija, Santa Cruz, Beni y Pando, en ese entonces miembros de la “Media Luna”, los votos nulos superaron a los válidos, y en el caso de Chuquisaca sólo por 0,2%. Aquél año, la brecha voto nulo/voto válido más importante se había dado en el Beni, con 178%, pero en Potosí y Oruro los votos nulos apenas habían alcanzado a 73% y 75% de los votos válidos, respectivamente. La diferencia es pues muy importante.

Tabla 2. Resumen de votación en las elecciones judiciales 2011, promedio cinco votaciones.

Tabla 2

Fuente: Elaboración propia en base a datos de OEP https://www1.oep.org.bo/procesos-electorales-y-consultas/elecciones-judiciales/elecciones-judiciales-2011/

10. En 2016, con una fuerte modificación del mapa político, la brecha de votos desfavorables/votos favorables aún era negativa en La Paz, Cochabamba y Oruro (79%, 82% y 92%, respectivamente), pero ya mostraba una tendencia fuerte de ruptura con el MAS en Chuquisaca (123%) y Potosí (119%), se profundizó en Tarija (de 140% a 151%) mientras tuvo un retroceso en Santa Cruz (160 a 153), Beni (178 a 154) y Pando (117%). De estos tres últimos, solamente en Pando se mantiene para el 2017 un resultado similar, mientras el retroceso del MAS en Santa Cruz es muy significativo (de 1,6 veces más votos contrarios al doble de votos contrarios), e inversamente el voto contrario en Beni se contrae de 1,8 veces más a solamente 1,5 veces más votos nulos que válidos.

Tabla 3. Resumen de votación en el Referéndum Constitucional de 2016.
Tabla 3
Fuente: Elaboración propia en base a datos de OEP https://www1.oep.org.bo/procesos-electorales-y-consultas/referendos/referendo-constitucional-2016/

11. Sin embargo, el promedio total del voto desfavorable entre 2016 y 2017 no parece haberse modificado más que en décimas, y el “núcleo duro” del MAS parece mantenerse inconmovible en un tercio del electorado. Aun considerando que algunos de los votos válidos realmente hayan sido de apoyo a un candidato y no en respuesta al plebiscito, esto no debería incidir en más de 2,4% del total de votos emitidos, unos 133 mil votos a nivel nacional (que es la variación máxima entre votos válidos en las cuatro votaciones), por lo que esta afirmación se mantiene válida aun considerando este factor.

12. Si bien el núcleo duro se mantiene, el mapa electoral parece estarse modificando. Hay un avance importante del MAS en Beni y Pando, pero a la vez un repliegue importantísimo en La Paz, Oruro y Chuquisaca, Cochabamba parece más abierta a oír a la oposición, mientras se ha mantenido la tendencia al retroceso en Potosí, departamento que se le ha dado la vuelta al MAS ya hace un par de años y cuya capital ha sido la más radical en expresar su rechazo, con cuatro veces más votos nulos que válidos. Santa Cruz y Tarija se mantienen radicalmente antimasistas en una importante mayoría, a pesar de que en las elecciones generales de 2015 y el referéndum de 2016 parecía estarse revirtiendo la tendencia.

13. La “Media Luna” parece cerrarse, es decir que la localización marcadísima de la oposición en el sur y el occidente del país versus los bastiones andinos del MAS parece estarse diluyendo muy rápidamente, lo cual es mala noticia para el MAS. Sin embargo, en la sumatoria en circunscripción nacional, el MAS continúa salvando el pellejo gracias fundamentalmente al voto rural. Ahora bien, los cambios demográficos en Bolivia parecen estar afectando esta trinchera, al sumar cada vez más los municipios cuya población sobrepasa los 50 mil habitantes. Parece haber además una correlación muy importante entre el tamaño de la población de un municipio y su tendencia a votar proporcionalmente en contra del partido de gobierno. Si bien esto le fue útil al MAS en los pasados 15 años, con este muy fuerte componente identitario sumado al del control comunitario o sindical en las poblaciones dispersas, el que 70% de la población boliviana hoy viva en áreas concentradas parece estarle pasando una pesada factura al oficialismo.

Ilustración 1. Mapa electoral, elecciones judiciales 2017.

mapa-mudo-de-los-municipios-de-bolivia

Fuente: Elaboración propia en base a datos de OEP https://trep.oep.org.bo/#

En el mapa anterior, se representan en azul oscuro los municipios en los cuales el voto válido fue superior al voto nulo, pero además obtuvo mayoría absoluta entre la totalidad de votos emitidos; en celeste aquéllos donde el voto válido superó al voto nulo, pero representa menos de la mitad de los votos emitidos; en verde claro los municipios donde el número de votos nulos superó el de válidos, pero no obtuvo la mitad más uno de los votos emitidos; y en verde oscuro los municipios donde no sólo el número de votos nulos supera al de válidos, sino que además el voto nulo hace mayoría absoluta entre los votos emitidos.

14. Incluso considerando lo dicho en el punto anterior, la división tradicional entre municipios de población dispersa y municipios de población concentrada y entre municipios de oriente y de occidente (o, mejor, de tierras altas y tierras bajas), la división sigue siendo muy evidente, pero el mapa muestra que esa uniformidad se está perforando, con votaciones contrarias muy importantes en casi todos los Yungas de La Paz, el Norte también de La Paz, el extremo occidental de Oruro, los valles potosinos, gran parte del Chaco… Inversamente, el MAS ha logrado romper algunas barreras que le impedían lograr resultados más favorables en las áreas dispersas de los llanos orientales. Sin embargo, el peso del voto rural es cada vez menor, mientras Bolivia transita hacia una población urbana y joven-adulta. Sí, en política también hay “bono demográfico”.

15. La reducción del 70% de voto nulo percibido por muchos, quizás en un exceso de optimismo, a un resultado efectivo de 50% no se debe a un fraude (al menos hasta prueba en contrario, tener inflado un 14% del padrón sólo aumenta a la sospecha) sino al voto del campo. En efecto, la suma de votos nulos en áreas concentradas (consideramos para este análisis como “área concentrada” todo municipio que tenga al menos 100 mesas electorales, lo que equivale más o menos a 50 mil habitantes) llega a 56,6%, y significa más de 1,8 veces más que la suma de votos válidos en ésas áreas, y ojo que en esta definición están entrando municipios como Villa Tunari, Entre Ríos o Puerto Villarroel, en el Chapare, que votan masivamente en favor del gobierno. Inversamente, en los municipios con poblaciones menores, el voto nulo llega apenas a ser 74% del total de votos válidos, pero, en cambio, hay mucho más ausentismo (18,5%) y mucho más voto en blanco (22,1%). Si bien la lectura de esto resultaría forzada, se podría hipotetizar que al menos parte de este voto no expresado se debe al temor a represalias por el voto nulo. Desgraciadamente, nunca sabremos si eso es cierto. Lo que sí sabemos, es que en el campo, que tiene 1,6 millones de votantes registrados, solamente 590 mil han votado válido.

Esteban